Los ojos de un animal tienen el poder de hablar un gran lenguage. Martin Buber

Los ojos de un animal tiene la capacidad de hablar un gran lenguaje. Martin BuBer

lunes, 27 de agosto de 2012

El hombre lobo para el lobo

Por primera vez en 30 años será posible cazar lobos en un Parque Nacional. La decisión del principado de Asturias de autorizar la muerte de seis ejemplares en Picos de Europa resucita la vieja figura del alimañero, el hombre al que los pueblos recomendaban, a cambio de una recompensa, la tarea de acabar con el animal que les diezmaba sus rebaños. Mientras ganaderos y ecologistas polemizan sobre la medida, encontramos los diarios inéditos que dejó como legado el último gran alimañero, Domingo Calvo, y su particular aventura con un lobezno que domesticó y con el que terminó luchando a muerte.
Domingo cuenta en 'Crónica' este episodio de su vida en primera persona. "Muchas personas creerán que esto es una tontería, pero tenía la necesidad de contarlo. Quería mostrar mi arrepentimiento por no haber perdonado la vida al animal, ya que fueron las circunstancias del celo y los palos que le pegué lo que le llegaron a atacarme. Aquí queda escrita la vida de un auténtico lobos, un gran amigo y buen compañero de viaje. De Valdroguin, que convivió 33 meses con el alimañero Domingo Calvo tesón, que soy yo".
Así comienza un relato en el que cuenta como "en la captura de lobos, aparte de los adultos, cogí varias camadas de cachorros. Uno lo adopté. Tendría 13 días de vida. Le bauticé con el nombre de Valdroguin". Domingo explica como al animal, al principio, "a pesar de su instinto, le dominaba la 'docidez' de ser cachorro. Para mí era un orgullo haber domado a una de las fieras que llevaba cazando toda la vida".
No obstante, era un lobo. "Desde muy joven ya se escapaba de vez en cuando al bosque y devoraba a escondidas algunas aves". Hasta que un día llegó la tragedia, la víspera de un temporal que según cuenta "a estos animales les hierve la sangre de tal forma que sólo desean matar".
Como precaución, Domingo le había atado y "cuando le solté hincó los colmillos en mi pierna. Intentó escapar y yo le sujeté con firmeza la cadena. Ese fue mi error". Después de una lucha entre ambos, su mujer escuchó la pelea, cargó la escopeta y se la dio a su marido.
"El médico estuvo dos horas curándome las 55 heridas y me dio 27 puntos. Cuando los dolores se me habían pasado, recuperé la cordura, y el mundo se me vino abajo recordando que había matado a mi mejor amigo", finaliza.
Domingo Calvo Testón * Fue el último gran alimañero y falleció en 1990.
[LEA EL REPORTAJE COMPLETO EN CRÓNICA]


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fuente : http://www.elmundo.es/elmundo/2012/08/26/noticias/1345999652.html

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